El pesimista se queja del viento; el optimista espera a que cambie; el realista ajusta las velas

“El pesimista se queja del viento; el optimista espera a que cambie; el realista ajusta las velas” Esta frase del gran teólogo Wiliam G. Ward resume de muy buena manera lo que prácticamente vivimos todos en algún momento de nuestras vidas.

Cuando tenemos una idea inspirada y nos planteamos nuevos desafíos iniciamos con mucha motivación; le contamos a nuestros cercanos sobre ese nuevo viaje que queremos realizar, ese nuevo proyecto que comenzaremos a crear, esa nueva habilidad que nos gustaría aprender o ya, de forma definitiva, realizar ese cambio de hábitos necesario que hemos postergado para sentirnos mejor con nosotros mismos y transformarnos en nuestra mejor versión.

Viéndolo de un punto de vista analógico, podríamos decir que es como aquel nuevo destino que un marinero desea alcanzar. Planificar algo así, sin duda requiere mucho tiempo así que comienzas a organizar todo para poder alcanzar ese gran objetivo y marcas en tu calendario la fecha exacta en la que lo conseguirás. Ese gran navegante que vive en ti comienza a preparar la embarcación, verifica que todo esté en orden, prepara suministros y en su interior se siente preparado para comenzar la travesía. El solo pensarlo, te eriza la piel, pasa por todo tu cuerpo una energía que te reactiva y te hace imaginar ese gran momento, logras sentir lo maravilloso que será una vez que lo hayas alcanzado, generando mucho poder en ti, mucha fuerza de voluntad.

Mientras pasa el tiempo y transcurre nuestra vida cotidiana, comienzan a aparecer momentos, situaciones, eventos e incluso personas que nos desestabilizan o nos paralizan por un tiempo; de forma muy fácil nos hacen cuestionar si lo que estamos haciendo es lo más importe o lo más adecuado para nosotros o sencillamente que estamos perdiendo el tiempo y en consecuencia, nos llenamos de pensamientos cargados de miedo e inseguridades. Lo más probable es que hayas pasado por momentos así en tu vida.

Ya en altamar pareciera que existen días de buen tiempo, el mar está relativamente quieto o lo suficiente para navegar tranquilamente, sin embargo, de un momento a otro una gran tormenta aparece, el miedo nos inunda, nos desesperamos y tratamos de crear la forma de reorganizar todo para evitar hundirnos y salir a flote e ilesos.

Cuando nos preguntan si existe el destino, algunos de nosotros puede decir que, ¡sí, definitivamente!, otros dirán, ¡No, en realidad uno crea su destino! y otros dirán: Sinceramente creo que es posible que exista un camino en la vida que se puede llamar destino, sin embargo, creo también que podemos modificarlo en base a nuestras decisiones!, independientemente de la respuesta, el resultado (superar a esta gran tormenta de obstáculos) puede estar condicionado por la Actitud con la que la enfrentes y lo expresa claramente Wiliam G. Ward en su frase.

A) Podemos decidir volver al puerto y abandonar el viaje (es sensato, sin duda), dejar de remar.

B) Podemos bajar la velas, cubrirnos todo lo que llevamos y nuestra propia espalda con una lona para no salir volando por el azote de las olas y esperar a que la tormenta se apiade de nosotros, y si, salimos vivos, poder continuar.

C) O bien, podemos parar, dejar de remar, organizar la tripulación que reuniste, ajustar las velas y plantear un nuevo objetivo: “SALIR LO MÁS RÁPIDO POSIBLE DE LA TORMENTA SIN NINGUNA BAJA”. A cada momento tomamos decisiones, y en muchas creemos que no existe una salida o posibilidades de que resulte bien. Recordar esta frase y plantearnos estas alternativas nos puede servir para seguir adelante y reforzar nuestra fuerza de voluntad.

Pensar y aplicar la Actitud necesaria cuando sientas que una tormenta se acerca o cuando estés en ella puede ayudarte a enfrentar la realidad de una forma sana, positiva y efectiva.